¿Todo lo legal es intrínsecamente bueno?
Con media sanción al proyecto de ley para modificar el Código Civil a fin de que la unión entre homosexuales sea equiparable a un matrimonio heterosexual, se profundiza el debate y también la polémica.
Lo conocido, es decir la familia nuclear con un progenitor de cada sexo, se transforma. En realidad, todo se trasforma. Una decisión de este tipo tiene múltiples connotaciones. Por ejemplo, cuando en el colegio un niño o niña confeccione un trabajo manual o una tarjeta para el día de la madre o del padre, si ambos son del mismo sexo, ¿eso implicará una discriminación? ¿Dejaremos de celebrar esas festividades para expresar empatía con una minoría? Una minoría que ha adquirido poder al relacionarse en ámbitos en los cuales se dirimen las cuestiones trascendentes y, por ello, se transforma en epicentro de discusiones.
Los interrogantes que debemos hacernos y deberemos responder: ¿Todo lo legal es bueno? ¿Lo legal es siempre justo? ¿Las leyes expresan el bien para la mayoría?
Definitivamente debemos contestar con un rotundo no. Ejemplos nos sobran: en la provincia de Santa Fe, se declaró que la prostitución callejera no se considerará delito. Pero esa medida, aunque transforma este comportamiento en legal, de ninguna forma puede verse como moralmente aceptable o socialmente enseñable. Sin embargo, ahora es legal.
En la época del proceso militar, el arresto, la tortura y la muerte de miles de argentinos, constituyó un delito de lesa humanidad amparado por las leyes del momento y las posteriores como la ley de la obediencia debida y otras similares. Lo legal no fue justo, bajo ningún punto de vista.
Muchos impuestos son abusivos y extorsivos. Son legales pero no son justos. Mucha ayuda social no responde a principios de equidad, sino a clientelismo político. En ambos casos son legales, pero no ecuánimes.
Con el tema de la homosexualidad asistimos a un caso similar. La legalidad nos obliga a aceptar algo que no es moralmente aceptable ni éticamente correcto. El problema no son los derechos de la mayoría, sino la presión que se ejerce para que todo el que no opine del mismo modo sea execrado, tildado de homófobo, retrógrado, ignorante o pacato.
Se postula la adopción en parejas homosexuales y la fertilización asistida en parejas lesbianas. Sin embargo, no existen estudios retrospectivos a gran escala de niños criados en ambientes con progenitores homosexuales. ¿Por qué tanta necesidad de atender a este reclamo cuando los derechos de los niños y niñas son tan vulnerados de miles de maneras? No hay voluntad política para tratar temas que no llamen la atención de la prensa. Es que quizás buscan trascender en los medios, y si es posible en la historia, más que edificar una nación basada en el bien de la mayoría. No se crean leyes que incentiven la producción, la manufactura ni la exportación, sino que se genera una dependencia alienante con los “planes”. No se vislumbra voluntad política para asistir a los indígenas, entre otros numerosos grupos que mueren ante la mirada fría de quienes nos gobiernan. Sin embargo, hay que homologar la unión homosexual como matrimonio para ser una sociedad progresista. ¿El progreso no pasa más bien por la educación, la salud y el crecimiento sostenido en el tiempo en cuanto a valores de producción y mercado?
Mientras la Argentina trata de refinanciar la deuda y puja por las presiones del FMI (otra vez más en la historia), todos asistimos a que los legisladores que deberían representarnos dan más trascendencia a una minoría con poder económico y político que al bien de la mayoría.
Definidamente, que algo sea legal no lo transforma en bueno.
Si estás leyendo este artículo tal vez te veas tentado a pensar que no los queremos y que tendemos a la represión de los homosexuales, no es así. Jamás hemos tratado mal o hemos tenido una mala actitud hacia una persona homosexual. No nos escandaliza ni nos incomoda, pero el respeto no equivale a la aceptación. El disenso es absolutamente normal en cualquier ámbito: hay radicales, peronistas. Hay hinchas de Boca, pero también de River. Hay pobres y ricos; doctores y analfabetos. Todos tienen diferencias capaces de generar enfrentamientos, pero si el respeto está presente, la tolerancia se manifiesta como la capacidad de construir desde distintos lugares.
Al mirar hacia atrás, hacia los últimos años, vemos que adoptar el papel de víctimas de la sociedad represiva les ha servido a esta minoría para que todo aquel que no se “aggiorne” a su verdad, sea perseguido.
Frente al tema de la homosexualidad aquellos que creemos en lo sostenido por la Biblia como una verdad de valor absoluto, nos amparamos en ella para no coincidir con la apreciación positiva de los legisladores hacia el comportamiento homosexual. Exigimos respeto en el disenso y no insultos por no apoyar a una minoría.
Queremos terminar haciendo nuestras las palabras del apóstol Pedro: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios”. Proclamamos la unión sexual de Génesis 2:24 y nos resistimos a ser coaccionados por la fuerza de la ley para decir que está bien lo que no es correcto, simplemente porque sea legal.